
El equipo de Tuvalu tras protestar un poco y ponerse como gato panza arriba, no obtuvo respuesta positiva y lo único que consiguió fue tomarse un café en buena compañía, hablando de nuevos proyectos e ideas de futura resolución.
Así que ya en casa, vestido y sin novia, bueno la mía durmiendo, no podía dejar la cita con la carrera, necesitando soltar el veneno que tenia en el cuerpo, aprovechando un descanso de lluvia en Madrid, decidí correr una horita a un trote cochinero, no sin antes meter para casa la jaula del canario y buscándole al pobre pajarito una pareja para su desahogo.
No quiero terminar esta entrada sin mencionar y dar aliento a la familia y gente cercana de un grande, Severiano Ballesteros, que hoy nos deja, pero solamente su cuerpo, el espíritu siempre estará ahí, sus triunfos que no son pocos y que hicieron que el golf llegase a un gran numero de gente, que posiblemente nunca hicieron deporte y encontraron en un palo y una pelota algo que hicieron suyo y tomaron como una rutina.
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